Algunos lo adjudican a su juventud. Al fin y al cabo, 65 años para un país es muy poco. Otros argumentan que se debe a la idiosincrasia de su pueblo, que debió pasar por trágicas circunstancias. Hay quienes les dan todos los méritos al Estado, que a lo largo de su corta historia invirtió en los propios emprendimientos de sus ciudadanos. Lo cierto es que la pujanza de Israel no se debe a uno de estos factores, sino a la conjunción de todos ellos y muchos más. Esta miscelánea lo posicionó como la segunda Silicon Valley, un polo tecnológico y emprendedor reconocido en todo el mundo.

Y este reconocimiento internacional no se queda solamente en admiración. En los años 2006 y 2007 se alcanzaron cifras récord en inversión extranjera, principalmente dirigida a la adquisición de compañías del sector de alta tecnología por parte de EE.UU., uno de sus grandes aliados. Este panorama idílico, además, se vio reflejado en su población. Los datos de desempleo de 2012 son muy alentadores, con solo 6,8% de población sin trabajo.

¿Qué tiene que ver Uruguay con todo esto? Ambos países comparten la característica de país pequeño aunque, en extensión, Israel es similar a Tacuarembó. Esto hace que sus mercados internos sean limitados y de difícil proyección. Por otro lado, los dos intentan fomentar la educación, haciendo especial hincapié en el área de I+D (Investigación y Desarrollo).

Estas son solo un par de los rasgos que comparten. Y fueron estos los que llevaron a una treintena de empresarios uruguayos del sector junto al vicepresidente de la República, Danilo Astori y el ministro de Industria y Energía, Roberto Kreimerman, a embarcarse hace algunas semanas en una misión de la Cámara Uruguaya de Tecnologías de la Información (CUTI) a 12.000 kilómetros de distancia para conocer a la “startup nation.

Andrés Cerisola, socio director de FERRERE, quien viajó con la misión a Israel, cree que «los emprendedores, al final del día, en Israel, enfrentan sustancialmente los mismos desafíos que enfrentan en Uruguay. Que son el desarrollo de una estrategia, diferenciación, procesos de crecimiento, managment y financiamiento. Pero lo que se ve en Israel, si bien los problemas son los mismos, es que existe en la cultura -en la conversación de boliche o lo que se lee en los medios- una cantidad de información y mecanismos que ayudan a esos emprendedores a solucionar esos problemas de una forma mucho más efectiva».

Cerisola explicó que «cuando tienen que levantar financiamiento, ellos arrancan una startup, desde el momento en que están en un garaje, pensando en lo necesario para hacer una IPO (Oferta Pública de Venta) en EE.UU., en Nasdaq. Muchas ya nacen como sociedades de Delaware, en EE.UU. Desde el momento uno ya está pensando qué es lo necesario para crecer. A un emprendedor uruguayo le llevaría mucho tiempo entender cómo hacerlo y le requeriría mucho esfuerzo. En el caso de los emprendedores israelíes ya está resuelto».

«A nivel de políticas públicas creo que hay ahí también mucho para aprender. Ellos no le embocaron de entrada. Fueron avanzando por ensayo y error hasta que llegaron al modelo de hoy. Inicialmente tenían una agencia que subsidiaba proyectos específicos, después empezaron a tratar de subsidiar industrias. Después se dieron cuenta de que los que tenían que tratar de hacer era desarrollar un mercado de financiamiento privado y en los años 80 crearon la industria de lo que es Venture Capital (Capital de Riesgo) desde la nada», explicó Cerisola.

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