La respuesta es sí pero depende del empresario. La diferencia entre la vida y la muerte es saber pedir ayuda. Para una empresa, la clave es solicitar su concurso cuando aún hay remedio. La Ley de Concursos se basa en la identificación temprana de los problemas económicos de una empresa. Las soluciones previstas en la ley son útiles solamente si se actúa a tiempo. De otro modo, seguramente se termine en la liquidación de la empresa y el remate de sus activos.

¿Existe un momento justo para pedir el concurso?

Lo ideal es hacerlo ante la primera señal de peligro. Cuanto antes se hace, mayores son las posibilidades de sobrevivir. Las empresas con dificultades financieras suelen padecer síntomas en común: atraso en pago a proveedores y trabajadores, solicitud de préstamos para cubrir esos atrasos, ampliación de líneas de créditos, recurrir al sistema parabancario para obtener liquidez, otorgamiento de garantías hipotecarias y prendarias para poder acceder a esos préstamos, cheques rebotados por falta de fondos y, finalmente, solicitud de concurso.

Si se recorre ese camino, el final más probable es la liquidación de la empresa. Es la crónica de una muerte anunciada. Cuando el empresario atina a pedir su concurso, sobrevivir es improbable.

En cambio, si pide su concurso frente a los primeros atrasos en pagos, la empresa tiene más posibilidades de reorganizarse y seguir operando. En ese caso es posible acordar con los acreedores un plan de continuación que permite hacer frente a las obligaciones pero que, a su vez, protege sus activos y asegura la viabilidad de sus operaciones. Además, el empresario podría co-administrar la compañía junto a un interventor, sin ser reemplazado por un síndico.

Las alertas tempranas

Es difícil darse cuenta de cuál es el momento exacto para pedir el concurso. Pero la propia Ley 18.387 y las normas de riesgo del Banco Central nos indican cuando una empresa se presume insolvente. Son alertas claras y objetivas, que incluso generan responsabilidad a los administradores de sociedades que las ignoran.

Para la Ley de Concursos, el momento justo para pedirlo es cuando se cumple alguna de las siguientes presunciones de insolvencia:

> cuando el activo no alcance a cubrir el pasivo de la sociedad

> cuando la empresa tenga embargos trabados por montos considerables

> cuando se hayan incumplido más de tres meses de alguna obligación

> cuando se deban más de un año de obligaciones tributarias

> cuando la empresa tenga sus cuentas suspendidas por el Banco Central del Uruguay

Por su parte, el BCU califica la capacidad de pago de las empresas a través de sus Calificaciones de Riesgo. Mediante categorías que van del 1 al 5-donde 1 es una capacidad de pago fuerte y 5 son deudores irrecuperables- miden la posibilidad que tiene ese deudor de hacer frente a sus obligaciones. Si bien el BCU se basa en las instituciones bancarias para elaborar su calificación, la inclusión financiera permite una mayor trazabilidad, haciendo de este un buen indicador de la salud de la empresa.

Si su empresa se encuentra en los niveles 1 y 2, su salud sigue siendo fuerte y seguramente pueda solucionar sus dificultades sin acudir al concurso. Las categorías 4 y 5, en cambio, demuestran una situación financiera muy difícil, donde la vida de la empresa corre serio riesgo.

La categoría 3 incluye a deudores con capacidad de pago comprometida, con atrasos de entre 3 y 4 meses en pagos y con pérdidas significativas en los últimos años. Este es el momento indicado para plantear el concurso de su empresa.

¿Por qué no se llega a tiempo?

No es fácil tomar la decisión. La esperanza de encontrar una solución es más fuerte: “Hemos salido adelante muchas veces, seguramente alguna salida le vamos a encontrar”. Además, se sigue asociando la insolvencia empresaria a la vieja “quiebra”, donde el empresario era socialmente asociado al fracaso y, además, castigado duramente por la ley. Mucho de eso sigue pasando hoy: a pesar de los cambios legales, el mercado es poco amigable con las empresas concursadas y severo con sus administradores.

Abrir una cuenta bancaria, lograr financiación para comprar maquinaria indispensable, u operar diariamente en cualquier banco se transforma en un verdadero dolor de cabeza para las concursadas. Los mismos acreedores que se presentan al concurso de la empresa son los que muchas veces terminan determinando su inviabilidad operativa y dificultando su propio cobro.

Las empresas con dificultades financieras deben presentarse a concurso, y hacerlo a tiempo. Pero la conservación de las que continúen siendo viables solo es posible si son acompañadas por el mercado y por sus propios acreedores, de lo contrario el único final posible es la liquidación.