La inteligencia artificial (IA) es definida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como la capacidad de algoritmos codificados en medios tecnológicos de aprender de los datos con el fin de realizar tareas automatizadas sin necesidad que una persona programe en forma explicita cada paso del proceso. 

La adopción de IA es hábil para mejorar la atención del paciente, proporciona diagnósticos precisos y optimiza los tratamientos. Ejemplos concretos de su aplicación son el (i) análisis de datos e imágenes: Puede analizar con rapidez una elevada cantidad de datos, por ejemplo, radiografías o estudios médicos y (ii) Predicción: con un adecuado entrenamiento puede predecir diagnósticos sobre el análisis de la información procesada a una velocidad y precisión muy difícil de igualar por los sentidos humanos. 

La adopción de IA puede potencialmente sustituir la decisión médica. 

¿Es ético que un desarrollo informático tome decisiones de salud en forma autónoma? ¿Es adecuado renunciar a ese poder de decisión en cuestiones tan sensibles y confiarlo en un desarrollo informático? 

En un informe del año 2021 la OMS se ocupó de analizar precisamente este punto y concluyó que uno de los cimientos del desarrollo de IA en salud debe ser proteger la autonomía humana. Entiende que las personas deben mantener el control sobre las decisiones sanitarias. Se debe preservar la privacidad y confidencialidad de los pacientes. Ellos deben dar su consentimiento informado y válido por medios jurídicos adecuados para la protección de sus datos. 

La Organización Panamericana de la Salud expresó al respecto que la tecnología debe ser controlada por seres humanos. Es obligatorio que haya procesos formales de control por seres humanos de las decisiones automatizadas. 

Las ventajas que trae la IA a los procesos de toma de decisiones sanitarias son muy beneficiosas, pero no libre de riesgos. Las máquinas también cometen errores.  

La forma de preservar la autonomía del ser humano es utilizar las herramientas de IA como un insumo de la decisión sanitaria, pero no convertirlas en nuevos decisores. 

Son un insumo muy relevante y preciso a la toma de decisiones, que aportan al desarrollo del conocimiento científico, a la precisión en diagnóstico, a facilitar el procesamiento de información optimizando tiempos, a minimizar errores. Sin embargo, no deben ser el único insumo al momento de tomar decisiones de salud, ni deben determinar el poder de decisión de un profesional. Debe garantizarse un espacio para el juicio profesional. No es sólo un derecho, sino un deber de los profesionales de la salud.