Por su escritorio pasan las principales inversiones que desembarcan en nuestro país. A diferencia de otros actores, no se muestra extremadamente crítico sobre el clima de negocios; por el contrario, dice que las inversiones siguen llegando, aunque lanza algunas señales de alerta.

Empresarios locales y extranjeros, poder sindical y gobierno, son temas que analiza con agudeza. También examina la profunda transformación del sistema financiero uruguayo, que ha sucedido en ese sector y casi nadie ha advertido, y brinda detalles de las modalidades de fondos que están arribando hoy al país.

¿Cómo calificaría el actual clima de negocios que se vive hoy en Uruguay?

Hay una diferencia cuando uno mira el clima de negocios desde adentro y desde afuera. Para los empresarios extranjeros, Uruguay todavía es un país con un clima de negocios razonable. En los últimos meses hubo algunas luces amarillas, pero la impresión que tiene un empresario extranjero que viene es que en el país se pueden hacer negocios en la mayor parte de los sectores.

¿Y qué pasa con los empresarios locales?

Ellos tienen una visión totalmente diferente. Esa diferencia, en buena medida, se da porque el empresario extranjero que tiene Uruguay no es representativo del empresario multinacional en el mundo, sino que es alguien que está dispuesto a hacer negocios en América Latina. El empresario que quiere un entorno de negocios totalmente predecible y reglas claras de juego, va a donde se dé eso. En cambio, el que viene a América Latina asume que va a enfrentar un entorno de negocios no totalmente estable y, por lo tanto, cuando llega a Uruguay se lleva una sorpresa favorable.

Este es un país con una institucionalidad razonable, un grado de corrupción bajo, un sistema judicial transparente, y si bien enfrenta muchísima burocracia, ésta no está asociada fundamentalmente a la corrupción. Un empresario americano o del norte de Europa solo va a poder operar de una manera: 100% de forma transparente. Pero el empresario de países más emergentes puede considerar las dos opciones.

Cuando ven a Uruguay se desconciertan porque hay procesos irracionales e incomprensibles… Sindicatos muy difíciles de comprender en su racionalidad, en la acción, pero eso no está ligado a la corrupción; y eso para muchos empresarios es desconcertante.

Aunque en estos últimos meses hubo algunos cambios en las reglas de juego, por ejemplo en cuanto a los temas de tributación agrícola, y eso enciende luces de alerta, objetivamente el panorama todavía no es malo.

¿El clima sindical disuade a algunos inversores?

Nosotros no podemos decir que el sistema sindical es el que disuade a los inversores. Lo que ha ocurrido en el país desde hace unos años es que el péndulo de la incidencia del dedo del Estado se ha ido inclinando excesivamente a apoyar a los sindicatos, sin considerar, en muchos casos, si los reclamos eran razonables o no. Además, estableciendo un sistema de negociación colectiva que le ha hecho mucho daño al régimen laboral en Uruguay.

Si hay algo para reprochar es que en materia laboral la administración de izquierda ha ido generando un grupo de reglas que en su conjunto le dieron enorme rigidez al mercado laboral uruguayo. Pero además, en los conflictos colectivos, los empresarios tienen la sensación, y creo que en muchos casos la justa sensación, de que están totalmente indefensos y que el gobierno no va a actuar ni siquiera como justo componedor. Por el contrario, lo más esperable es que en la medida que no tenga un alto costo, van a tratar de persuadir a los sindicatos de amortiguar algunos reclamos muy extremos, pero lejos se está de procurar un marco de racionalidad; y menos aun cuando se acercan las elecciones. Hubo señales auspiciosas de moderación, pero ahora que se acerca el proceso electoral, la percepción que tienen muchos empresarios es que el gobierno se va a retirar y les va a decir: ‘ustedes están por su cuenta’.

¿Cómo ve el relacionamiento de los empresarios y el gobierno?

Cuando en Uruguay ganó la izquierda, los empresarios tuvimos mucha preocupación, y después nos dimos cuenta de que se podían hacer negocios con racionalidad.

Después ganó la izquierda radical, y la preocupación aumentó. Creo que fundamentalmente en los primeros años, el liderazgo del presidente tuvo una importancia significativa, porque se podía invertir, se podía confiar en las reglas de juego, y si bien algunas cosas iban a cambiar – en algunos casos para peor – se podía hacer negocios en el país.

Creo que a Uruguay le queda este año… El año que viene se va a estar en campaña electoral, entonces es razonable pensar que la izquierda no va a querer hacer locuras. No soy pesimista sobre el futuro del ambiente de negocios, ni siquiera coincido con algunos amigos míos que creen que el entorno de negocios se caerá en un barranco.

Cuando pasemos raya al final de este gobierno, vamos a ver que fue un gobierno con luces y sombras, como todos los gobiernos, pero en el cual Uruguay pudo seguir construyéndose.

A veces, en el mundo empresarial le ponemos una barra al gobierno de izquierda que en parte es justa, porque tenemos el derecho a esperar que las cosas se hagan bien. Pero también tenemos que pensar si esa barra la pusimos igual de alta cuando gobernaban partidos políticos con mayor apertura mental al mundo empresarial. Hay que tener cuidado cuando evaluamos a un gobierno, sobre todo cuando no es afín a nuestra visión del mundo.

¿Qué pasa con el tema productividad? Porque todos hablan de su importancia, pero da la sensación que, llegado el momento, ninguna de las partes está convencida.

Desde el punto de vista empresarial es difícil, porque el empresariado uruguayo tiene un enfoque extremista de la privacidad y, por lo tanto, no quiere revelar información. Y algunos que lo han hecho, han tenido algunas malas experiencias, lo que les ha hecho llegar a la conclusión de que los miedos que tenían eran fundados.

Desde el punto de vista de los sindicatos, hay un tema cultural. Los sindicatos uruguayos sienten que los conceptos de productividad no unen, sino que dividen… Dividen a la gente que trabaja de la que no trabaja, a la que está más capacitada de la que está menos capacitada y, por lo tanto, viven eso como una amenaza; más allá que desde el punto de vista de los trabajadores habría un enorme beneficio natural al ir asociados a la mayor productividad.

En síntesis, existe un discurso pro-productividad de parte de los empresarios que no siempre está acompañado con la disposición para dar los pasos que implicaría impulsar un esquema de compensación basado en la productividad, y una enorme resistencia ideológica por parte de los sindicatos al concepto, lo que hace que mucho dinero quede sobre la mesa; dinero que se podría ganar para la empresa y que, a su vez, los empleados se quedan sin él.

Para una persona optimista sobre el futuro de Uruguay como soy yo, la productividad y la educación, por ejemplo, son factores que me impiden ser plenamente optimista.

¿Qué tipo de inversiones están llegando hoy a Uruguay?

Uruguay sigue siendo receptor de una ola importante de inversión extranjera, la que tiene diversos orígenes. Uno es de fondos de capital privado o Private Equity. Estos fondos se quedaron con pocas oportunidades en Europa y Estados Unidos y empezaron a buscar oportunidades fuera de esas zonas. Se trata de un porcentaje minúsculo de las inversiones, pero para América Latina es enorme esa cantidad de dinero. En ese contexto, Uruguay está recibiendo muy importantes fondos que vienen del mundo del capital privado, y hay una serie de operaciones en ese sentido. Dentro de las que son públicas se encuentra, por ejemplo, el caso reciente de Farmashop. Estos fondos también están invirtiendo muy fuerte en el sector agrícola uruguayo y están financiando proyectos de energías renovables.

Muchos de estos fondos se están posicionando en aquellos sectores que impacta en el consumo de una creciente clase media, y eso abarca desde alimentación y vestimenta hasta microfinanzas.

Después hay un sector de inversión extranjera que son los que se denominan estratégicos, que van desde Botnia y Montes del Plata hasta las compañías multinacionales que simplemente abre una operación en Uruguay porque es la forma de realizar un negocio. No se trata de una inversión financiera, como la de un fondo que ve una oportunidad de generar valor, de mejorar operativamente una compañía para eventualmente después volver a venderla y obtener una ganancia habiéndole aportado valor, sino firmas que ven que crear una empresa en Uruguay es una forma de llevar adelante su estrategia.

En tercer lugar hay un gran interés por la inversión en infraestructura. Uruguay está atrasadísimo en materia de infraestructura y por lo tanto ahí hay un interés. Y estamos hablando de proyectos que lamentablemente vienen muy lentos.

En cuarto lugar hay una inversión extranjera que viene de parte de los argentinos que salen de su país.

Una de las características llamativas de la inversión extranjera en estos últimos años ha sido la enorme diversificación del origen de esa inversión. Hace 10 años había inversión de Estados Unidos, de Inglaterra, del sur de Europa, de Brasil, de Argentina, y punto. Hoy en día tenemos a los países escandinavos entre los principales inversores, Alemania, los países asiáticos – India y China, entre otros –, y a nivel de América Latina tenemos inversores peruanos, colombianos, chilenos.

¿Cree que se va a profundizar esa tendencia de los fondos de inversión de comprar empresas en Uruguay?

Sí. Creo que estaremos sujetos a los ciclos económicos, pero los fondos privados – que son grandes dinamizadores de la economía y que por primera vez salieron, en buena medida, fuera de Europa y Estados Unidos – aprendieron a jugar en los mercados emergentes.

Para mí es una tendencia creciente que no se detuvo en el primer semestre de este año sino que, incluso, se ha acelerado, y preveo que para adelante va a seguir existiendo. Visto desde el exterior, Uruguay está cómodamente instalado en un ‘club’ junto a Colombia, Brasil, Chile y Perú, y si vamos a América del Norte también con México. Uruguay tendría que hacer muchas cosas mal para cambiarse de club.

¿Qué cambios se han dado en el sistema financiero en los últimos años y que pocos han advertido?

Cuando uno mira lo que pasó en los últimos 6 ó 7 años en el sistema financiero uruguayo, encuentra que hubo una revolución profunda. Todos los bancos que están operando en Uruguay hoy, excepto el Discount y el Banco de la Nación, pasaron por algún tipo de venta o fusión en los últimos años. Y el República, después del 2002, se transformó en un banco que genera una utilidad muy importante.

El sistema financiero cumplió un proceso de consolidación fortísimo. Yo recuerdo que cuando Jorge Jourdan hablaba de estos temas, hace 10 años, la gente lo miraba como si se hubiera bajado de un plato volador y, sin embargo, él mismo dijo tiempo después que se quedó corto en su predicción.

Hoy el mercado del sistema financiero privado tiene cuatro operadores grandes, tres operadores livianos y los bancos pequeños. A nivel de los cuatro operadores mayores, el Banco Comercial se vendió a Scotiabank; el BBVA se fusionó con el Credit; Santander absorbió a ABN Amro; y lo que era Bank Boston se vendió a Itaú, un banco brasileño que desató una campaña muy exitosa apuntando al sector más alto de la sociedad cuando parecía raro que un banco de ese país lo hiciera.

Después está el pelotón de los bancos privados medianos. El Discount es la excepción y ha hecho un crecimiento orgánico, lento pero progresivo. HSBC partió de cero y tuvo un crecimiento orgánico rápido y fuerte, caro pero exitoso, y ahora se vendió a GNB, negociación que está en proceso de aprobación por el Banco Central. Y el Citi, que es un banco con una franquicia corporativa muy exitosa y rentable, una vez más está saliendo de la banca minorista en Uruguay en este momento. Y queda el Lloyds, que está en proceso de venta a Heritage. Todo esto pasó en 6 ó 7 años. Si nos hubiéramos dormido hace 7 años y nos despertáramos hoy, no reconoceríamos el sistema financiero que tenemos. Ese es un cambio enorme que muchos de los uruguayos no lo percibimos porque lo fuimos viviendo progresivamente.

La crisis de 2002 jugó su papel

En paralelo con lo que explicaba antes, hubo un cambio dramático del negocio de los bancos. Uruguay vivió hasta el 2002 con los bancos arbitrando tasas entre Uruguay y Argentina, de una forma que, con el diario del lunes, se vio que era extremadamente riesgoso y por eso terminó muy mal.

Cuando los bancos locales salieron de la crisis del 2002, estaban en un entorno de altas tasas de interés internacional, entonces captaban dinero en Uruguay, lo colocaban en el exterior a tasas diferenciales y ahí ya tenían una base del negocio. Pero cuando llegó la crisis internacional del 2008, las tasas financieras se desplomaron a casi cero, y de un día para el otro ese negocio se acabó. Por lo cual, bancos que habían acomodado su forma de vida para esa realidad se vieron en la necesidad de desarrollar un negocio para el cual no estaban preparados como una condición casi que de supervivencia. Entonces surgió todo el desarrollo de la banca de las microfinanzas.

Itaú aprovechó que ya tenía OCA; Scotiabank tiene a Pronto; Banco Santander compró Creditel; BBVA lanzó un producto que se llama Así! en conjunto con Abitab; y el República se apalanca en lo que es el crédito social, que de ser una cosa que hacía por obligación se convirtió en una de las principales líneas del banco. Entonces vemos un sistema bancario que después de la crisis del 2002 pasó de estar orientado hacia afuera a hacerlo hacia adentro.

En este nuevo contexto, dedicamos mucha energía a pensar hacia dónde está yendo ese sistema financiero, porque tenemos que adelantarnos a generar los productos que este nuevo sistema está demandando.

Adaptarse a una nueva realidad

Cerisola considera que los empresarios en Uruguay tienen que prepararse para liderar profesionales o trabajadores en un sistema que cambió 180 grados de lo que era 10 años atrás.

“La adaptación a esta nueva realidad es un proceso extremadamente difícil para quienes crecimos en una etapa anterior. Si no lo hacemos y no nos ponemos a correr para liderar ese cambio, vamos a tener una desventaja competitiva importante”, puntualizó.

El ejecutivo explicó que en Uruguay, el que empezó a trabajar 20 años atrás, el director de Recursos Humanos era el miembro más junior del equipo gerencial, e incluso a veces ni siquiera estaba en ese equipo. Pero eso, en el Uruguay de hoy, es casi suicida.

“Es suicida que no esté en el equipo gerencial y también lo es que el equipo gerencial piense que los Recursos Humanos son un problema del director de esa área. Los empresarios tenemos que despertarnos muy rápidamente a una realidad que ya cambió, y aquellos que no se den cuenta de ese cambio, quizás uno o dos años más pueden tirar, pero van a despertar un día y se darán cuenta que ya es tarde para hacer los cambios requeridos. Ahí hay una situación dramática en la cual veo empresarios haciendo muchas cosas en el buen sentido, y otros confiando en que esto va a volver para atrás y quejándose de cómo es la gente hoy. Y me parece que esa actitud está poniendo en riesgo el futuro de las empresas. Ni hablar de las firmas profesionales que no vean el tema de esa manera”, reflexionó.

Entrevista publicada en semanario Crónicas en edición del viernes 10 de mayo de 2013.