Dirige el estudio más influyente del país, que cerró un 2012 muy bueno con un crecimiento del 50% respecto al 2010. Y si bien extraña el ejercicio de la abogacía “pura y dura” tomó con ganas el desafío de restructurar la firma que quiere ser un gran jugador regional. Es reconocido como “la primera puerta” a la que deberían acudir aquellos clientes internacionales con temas en Uruguay y otras jurisdicciones en la región.

¿Cómo evaluarías el 2012 para Ferrere Abogados?

Estamos cerrando 2012 un 50% arriba en facturación respecto a 2010, con lo cual estamos satisfechos. Incorporamos nuevos socios en nuestras tres oficinas de Uruguay, Bolivia y Paraguay, recibimos el premio a la mejor firma del año en Uruguay, y el premio a la mejor firma para mujeres profesionales. Otro elemento importante en este año fue un cambio en el peso de nuestra estrategia internacional.

¿Qué implica ese cambio?

Queremos ir hacia jurisdicciones pequeñas donde vemos la oportunidad de que no existen servicios legales con la metodología y la cultura con la cual nosotros prestamos servicios. Por eso resolvimos que no queríamos tener un crecimiento orgánico y progresivo en Paraguay y Bolivia, sino priorizar las firmas dominantes en cada jurisdicción lo antes posible. También estamos plantando tecnología de la que utilizan las mejores firmas en Estados Unidos e Inglaterra. Es una inversión millonaria que amortizaremos a lo largo de décadas.

¿Extrañas el ejercicio de la abogacía?

Mucho. Una de las cosas que más extraño es el reconocimiento de los clientes.

¿Qué desafíos implica la mudanza al nuevo edificio de Ciudad Vieja?

La mudanza, que se concretará en mayo, es un cambio importantísimo porque estamos aprovechando la oportunidad para pegar un gran salto en términos de diseño. El nuevo layout privilegia mucho el concepto de “nadie puede sentir que no es importante para la firma”, y queremos que quien ingrese sienta que es el mejor lugar del Uruguay para trabajar. La organización está entusiasmada y nuestros clientes están contentos de ver que damos un nuevo salto adelante. Duplicaremos las salas de reuniones, tendremos un centro de capacitación, muchas salas de reuniones internas. En total tendremos un 70% más de espacio.

¿Cuáles son las áreas más “calientes” de la firma?

Todo lo que tiene que ver con la inversión y el asesoramiento a empresas es desde siempre el centro de Ferrere. El año pasado hubo muchísima actividad de compra de empresas y bancos. Hicimos la emisión de UTE por US$ 100 millones, los fideicomisos de transporte y microfinanzas; mucho trabajo en el área de energías renovables con al menos 10 proyectos de energía eólica. Son operaciones en las cuales el trabajo legal puede agregar muchísimo valor, ahorrar muchísimos costos y optimizar el desarrollo. A nivel comercial estamos haciendo una gran cantidad de operaciones grandes. Por ejemplo, la semana pasada cerramos la compra de Farmashop para Lindzor, un fondo de private equity, y hoy estuve en el lanzamiento de la Trump Tower, una operación icónica en materia de real estate. A nivel de litigios hicimos el cierre de buena parte de los dos billones de dólares de contingencia legal que tenían los ex accionistas del ex Banco Comercial en Uruguay. Es una operación de una dimensión que en Uruguay yo voy a ver una vez en mi vida. Cerramos ese proceso con mucho éxito; al principio había mucha incomprensión y cuando tomamos este caso, creo que ni mi madre me apoyaba. También estamos creciendo mucho en el área de arbitrajes donde hoy hemos logrado diferenciarnos hasta ser una opción casi obligatoria para los clientes.

¿Están siendo atractivas las empresas uruguayas para los inversores?

Nunca hubo un momento igual para los empresarios uruguayos. Tenemos varias operaciones de empresas uruguayas de mucha tradición que se están vendiendo a compradores internacionales en precios que no se conocían. Creo que eso es una mezcla de un momento excepcional para el Uruguay sumado a la maduración de un proceso de renovación empresarial que hubo en la última década, y también que Uruguay finalmente cosecha el haber tenido un apego a las reglas de juego durante las últimas décadas.

¿Cómo ves el tema de Pluna desde esa óptica?

Creo que con el beneficio de la mirada retrospectiva todos sabemos hoy que el cierre de Pluna nos trajo más problemas de los que se pueden haber calculado el día que se tomó la decisión. También creo que en el caso de Leadgate, más allá de que hay opiniones diversas sobre sus méritos, quedó claro que el mercado aeronáutico es muy desafiante. Es un tema en el que yo soy menos duro con casi todas las partes involucradas de lo que es el uruguayo promedio, porque tanto el gobierno como anteriores operadores han experimentado la enseñanza de que el mundo es mucho menos sencillo de lo que la gente cree.

¿Qué caminos debemos transitar para seguir creciendo?

Por un lado hay un futuro auspicioso en función de la situación internacional – las condiciones internacionales no han estado tan favorablemente alineadas al Uruguay en los últimos 100 años – pero tenemos problemas. Uno de ellos es la competitividad. Uruguay se está volviendo crecientemente menos competitivo y eso está siendo un problema fuerte para algunos exportadores. Es un problema difícil de solucionar pero creo que en algunos aspectos no hemos tomado las decisiones duras que son las que verdaderamente pueden amortiguar el impacto. Uruguay también tiene un problema de regulación laboral creciente. El sistema de relaciones laborales, contrariamente a lo que piensa el gobierno, se ha ido deteriorando, y en el momento en que tengamos condiciones internacionales menos favorables se va a sentir muy rápido y muy de golpe.

¿Cómo debería ser ese relacionamiento?

Mucho más flexible. Las empresas deberían poder premiar más la productividad y tomar decisiones, eventualmente en conjunto con los empleados, sobre horarios, compensaciones, flexibilidad en la forma de organizarse, sin una intervención burocrática. Administrar recursos humanos en Uruguay se ha vuelto crecientemente complicado.

¿Cómo juega el factor educación entre esas condiciones?

El gobierno ha tenido éxito en políticas importantes como el reperfilamiento de la deuda externa pero en materia de educación ha fracasado. Hoy estamos gastando tres veces más que hace unos años y tenemos resultados igual de malos. Gastar más no es un mérito, el mérito es obtener buenos resultados. Uruguay ha ido concentrando la política laboral y tributaria en la redistribución de la riqueza, cuando el foco debiera haber sido la redistribución del capital humano. Si Uruguay logra que porcentajes amplios de la población tengan un buen nivel de capacitación va a haber un impacto sobre la redistribución de la riqueza diez veces mayor que el que puedan hacer con la política tributaria más salvaje y con el gasto público más desenfrenado. Otra cosa que me preocupa mucho es la obsesión por modificar el sistema tributario. La permanente iniciativa de modificar las reglas le hace un daño muy grande a la economía.

Entrevista a Andrés Cerisola, socio de FERRERE Abogados, publicada en revista IN Verano en edición correspondiente a enero 2013.