Validar las funcionalidades y prestaciones de un desarrollo de software antes de salir a la búsqueda de inversores o al ofrecimiento directo del producto o servicio resulta un “must” en la planificación de cualquier emprendedor. También debería serlo el cuidar aspectos tendientes a proteger la propiedad intelectual y el cumplimiento en materia de protección de datos personales. No obstante, en los hechos, estos aspectos suelen postergarse para otras etapas, lo que puede poner en riesgo el valor de dicho desarrollo una vez conseguido el éxito.

El Mínimo Producto Viable (MPV) se centra en el desarrollo de las funcionalidades mínimas para salir al mercado, pero, en el entusiasmo de desarrollar la idea, suelen dejarse de lado aspectos que también hacen que ese producto esté apto y blindado para salir al mercado y para proteger su valor “más allá” en el tiempo, como diseño de los contratos con los desarrolladores para asegurar los derechos sobre el software, la protección de la marca con la que se identificará en el mercado, el diseño procesos que contemplen los resguardos legales mínimos para el manejo de los datos personales, la privacidad desde el diseño y por defecto, entre otros.

Los modelos de negocios basados en desarrollos de software que crecen de forma exponencial tienen tras bastidores, un trabajo técnico, creativo y comercial con altos niveles de inversión. Desde el sector público el impulso del sector tecnológico no es menor.

Uruguay apuesta ser considerado el hub tecnológico de la región y ha dado pasos trascendentes en ese sentido. No hay duda del talento de nuestros emprendedores y de la capacidad y potencial en el posicionamiento del país en este rubro. Sin embargo, en el desarrollo de las startups, en general, no se piensa desde el vamos en el cuidado de aspectos legales fundamentales que son claves para concretar el éxito de su producto. En especial, considerando que hay algunos aspectos relevantes que recomendable tener en cuenta desde el inicio para facilitar el proceso y evitar luego revisiones y ajustes de mayor complejidad y costos, sin mencionar potenciales conflictos con competidores o autoridades.

En un mercado donde hay inversión y crecen los creadores de desarrollos de software, además de las bondades técnicas y comerciales propias del producto o servicio, la delantera la mantendrán quienes puedan decir “Si” a ese inversor clave con la certeza de que su producto/servicio también cuenta con un “legal design” correcto y planificado desde el inicio.